miércoles, 27 de junio de 2007

SOBRE ÉTICA Y MORAL

Ética y Moral:
¿Ley del embudo o pirámide invertida?




La razón de este artículo viene motivada por mi inquietud y perplejidad vivida, sentida y observada como producto educativo español que soy de los últimos años de B.U.P, C.O.U y Universidad, Cursos de Doctorado y Trabajo de Investigación, dos Master Superiores en empresas e instituciones de élite, según tenemos entendido y nos aconsejaron unos señores, parafraseando a un novelista decimonónico y provinciano que se llamaba Armando Palacio Valdés, y alguna, poca, experiencia docente, pues todas sus dudas quedarán intactas si no se toman las debidas molestias. De ello pueden estar seguros. Por este motivo, decía, y por el hecho de que la distinción entre Ética y Moral y su comprensión nos hará entender mejor las raíces de la cultura que conforma la sociedad actual, los estados democráticos, los derechos y deberes de los ciudadanos, la estructura de nuestras ciudades y la relación con el resto de ciudadanos e instituciones, escribo este arriesgado artículo, sin las pretensiones del especialista, desde el punto de vista profano de una ciudadana asombrada.
Iré adentrándome en uno de los problemas más serios de las sociedades actuales volviendo a los orígenes, que es por donde conviene empezar a construir el edificio, a ese estado originario, primigenio, en el que la palabra tenía un significado. Pues hubo un tiempo en que la palabra tenía significado, pero una vez pervertida, violada y asesinada, hasta ser despojada de su carcasa, la palabra dejó de existir, aunque su sonido continuó viajando en el tiempo de los tiempos, amputado, educando, según contaban los ancianos de la tribu, nuevas generaciones de ciudadanos, pues antes de la palabra fue la música, no el verbo. En el aire del tiempo quedó una parte de la música, sin su partitura original, balanceándose entre hojarascas, barros y ventiscas. Se escucharon entonces, lejanas, las notas de una tarantela, después, apenas perceptible, unos extraños ruidos interrumpidos, y más tarde, el soniquete. Llegada la edad del soniquete, donde nos encontramos ahora, con la desaparición de la palabra desapareció el pensamiento y el método, y se amputó una parte del cuerpo, pues lenguaje y pensamiento van estrechamente unidos, como uña y carne.
Aunque quedarían otras zonas amputadas, desde luego, y el resto de los cinco sentidos. Incluido el sentido común, que no llega siempre ni a la misma hora. Llegando al estado actual, unos escandalizados, otros con sonrisa hilarante, alguno con verdadera preocupación, y el resto, indiferente, melancólico, o con una actitud de pesimismo encantado, todo lo que se escriba en relación a la Ética y la Moral es poco, y se hace, más que nunca, necesario. Urge hacerlo. De hecho. Hago este guiño e invito, mostrando mi afecto, simpatía y respeto, a todos los especialistas del gremio, ingenieros, químicos, físicos, científicos, profesores, lectores y navegantes, para que se pronuncien al respecto, agradeciendo, de antemano, su visita.
Partimos, primero, de las definiciones de Ética y Moral, tomadas de varios libros, autores y enciclopedias, y de los gratos recuerdos de mis queridos profesores de Griego, Latín y Filosofía, a los que rindo un homenaje por su empeño y dedicación en una pequeña, fría y bella ciudad del norte de España. Viene la palabra Ética del griego ήθoς, que significa costumbre, y suele definirse como la ciencia de las costumbres. Aunque también aparece la palabra del griego escrita con épsilon, y no con eta, y las variables al respecto pueden ser notables: costumbre como guarida o costumbre como intimidad poética. Por lo demás, la palabra ciencia siempre ha dado empaque y rimbombancia a su referente, pues todo lo que se ignora, que es grande y mucho, impone gran respeto, como a los antiguos indios las tormentas, o a la mona Lucy cruzar erguida el río caudaloso o el puente sobre el Río Kwai. Así, no es lo mismo costumbre, a secas, voluble y cambiante cual piuma al vento, según la economía e intereses de cada época, que ciencia de las costumbres, que abarca desde el estudio de la evolución del comercio de la sombrerería y las tiendas de sostenes a todo lo que concierne a la higiene. No es, sin embargo, exacta esta definición, pues se coloca en el terreno de los hechos, con lo que sólo podría resultar una ética positivista. También se la suele definir como metafísica de las costumbres, ciencia de los actos humanos, ciencia del bien y del mal, ciencia de la voluntad en orden a su último fin, ciencia de los principios constitutivos y fundamentales de la vida moral, natural, filosofía moral. En las definiciones académicas, como vemos, se abusaba y se abusa en exceso del vocablo ciencia.
La palabra Moral, por su parte, proviene del latín more, costumbre, y significa etimológicamente lo mismo que Ética. En todas estas definiciones hay un fondo común: la voluntad de la libre acción. Y como la voluntad se mueve en busca del bien, que es su fin, en la relación de esos dos términos hay que apoyar el concepto y la definición de la Ética. Al menos, según la Enciclopedia. Es objeto de la Ética la moralidad. Y por moralidad se entiende el carácter de bondad o malicia de las acciones humanas. Pero como estas acciones adquieren este carácter según la relación que guardan con el deber, se puede decir que el deber es el objeto principal de la Ética. Este objeto se amplía o restringe según las diversas corrientes y escuelas que se han ido sucediendo a lo largo de la Historia. Entre los pensadores y filósofos antiguos era común encerrar dentro de los límites de la Ética todo lo relativo al deber. De este modo la Ética era filosofía, ciencia y arte, pues daba normas prácticas de acción. Posteriormente se fue haciendo frecuente contener la Ética dentro del campo filosófico, como metafísica del deber o la moralidad, dejando a la Moral especial y casuística el estudio particular de los deberes humanos.
Asimismo, la Ética guarda, con el Derecho, relaciones ancestrales. Desde Sócrates y los sofistas, el Derecho ideal de Platón, Aristóteles, la Escuela Epicúrea, los estoicos y los escépticos, el Pensamiento Jurídico de Roma, la idea de la Ley y el Derecho natural en Santo Tomás de Aquino, la actitud de Duns Scoto y de G. De Ockham, la Ley Natural, Derecho natural y Derecho de gentes en los escolásticos españoles del siglo XVI, el Derecho natural de la Edad Moderna a partir de Grocio, el Derecho y el Estado en Hobbes, Putendorf, Locke, Jean Jaques Rousseau, la Moral y el Derecho en Kant, Hegel, el positivismo jurídico, el Marxismo y el Derecho, el restablecimiento de la filosofía del Derecho en Alemania por R. Stammler, las posteriores orientaciones tras la II Guerra Mundial, y la filosofía jurídica de G. del Vecchio, autor italiano imprescindible en el estudio de la Historia de la Filosofía del Derecho en Europa, son muchas las referencias que indican hasta qué punto los principios del Derecho, hoy, por el que se legisla y dictan leyes y normas, está vinculado a estos conceptos fundamentales, sin los cuales las sociedades actuales serían caóticas, anárquicas e incívicas.
Deslegitimar los órganos jurisdiccionales o judicializar la vida política, según declaraciones de algunos expertos, son armas a las que muchos pueden recurrir, de hecho recurren, continuamente, pero el daño profundo que pueden llegar a causar a corto y medio plazo en la sociedad es irreparable, pues una cosa es la opinión particular, y otra bien distinta el pensamiento y el juicio serios, al margen del prejuicio, la opinión y el gusto, en el caso de que éste se tenga o llegue a tener con el tiempo, con paciencia y cautela. Para llegar a ello se requiere una formación sólida y un criterio más o menos independiente. Apelar a las emociones más primarias o, incluso, al sentimiento, o apelar a la razón, he ahí la cuestión, si es que la razón puede funcionar de forma autónoma. En este sentido apunto la voz de Nelson Sánchez Stewart, Consejero del Consejo General de la Abogacía, que avisa del sentido ético que hoy, más que nunca, se necesita, y debe guiar las acciones y opiniones en todos los medios de comunicación.
La moral es costumbre y la ética es costumbre, así pues, tanto la moral como la ética son cambiantes en cada época histórica, aunque existen costumbres arraigadas que no cambiarán nunca, dado el interés general. Unos, conforman sus teorías apoyándose en el instinto, el sentimiento, la simpatía, la dominación de los fuertes sobre los débiles y las formas de pensamiento que se establecen entre unos y otros. Existen aquellos que se asientan en la razón objetiva, y en la razón divina, que también es razón de fe. ¿ Qué es, entonces, lo que diferencia a un concepto de otro y lo que nos hace actuar de una manera determinada...?
Al parecer, la Moral ha quedado bajo la jurisdicción de las instituciones religiosas, que son las que se siguen encargando de dictar lo que es o no moral, y la Ética se ocuparía más de lo que concierne al bien común, los intereses generales en beneficio de la colectividad, observando la moral al margen de las instituciones religiosas, respetando todas las opciones, al menos, en la teoría y el discurso, tras el viejo proceso de secularización, que llegó más tarde a unos países que a otros, y, fundamentalmente, al menos entre los pensadores españoles, por influencia de la Ilustración francesa, que también llegó a España, con un contrato abusivo de tres meses como becaria. Por lo tanto, se establecen unos principios éticos para el colectivo, de carácter objetivo, y una moral subjetiva, individual, pues hay tantas morales como interpretaciones particulares sobre los mismos hechos. Pero principios éticos sólo pueden existir los consensuados para que una sociedad avance con cierto equilibrio, puesto que, sin ellos, sólo pueden pervivir y perpetuarse las sociedades corruptas, el clientelismo y la esclavitud.
Como del funcionamiento del cerebro humano conocemos poco, según científicos, genetistas y neurólogos, podríamos divagar hasta la extenuación. El privilegio de la divagación y la especulación sólo es posible y rentable en las sociedades preindustriales o en aquellas que han vivido un proceso histórico que bloquea la conciencia ciudadana durante el tiempo suficiente para que surja, como consecuencia, un grupo que ocupe el liderazgo. Poco después el grupo llega a la decadencia, la corrupción, la tiranía y su posterior desaparición, siendo sustituido por otro. Y así, sucesivamente. Que estos grupos sean o no los adecuados es algo que se debe más a la casualidad del destino que al mérito en los países mediterráneos con Historias convulsas. De este proceso, como consecuencia, nos encontramos con la conocida máxima: todo está escrito y dicho, cuya traducción vendría a ser: todo está dicho y escrito hasta mi existencia y mi generación. Una forma de consolación que se manifiesta con más libertad y alegría en los países sociológicamente subdesarrollados con cierto barnicillo de modernidad. El ser contemporáneo supone la ceguera respecto a ciertos fenómenos y la ceguera respecto a sus coetáneos. Consultar la lectura del libro Sensus Communis, ensayo sobre la libertad de ingenio y humor, de Shaftesbury, puede ayudar a comprender.
Ignorando todo lo que ignoramos, y estando en la época paleolítica en lo que se refiere al estudio y conocimiento del cerebro humano, una propuesta, no disparatada, podría llevarnos a la teoría de que todas las acciones humanas se mueven por la carencia o presencia de ciertas sustancias químicas, y que en su conjunción y unión o en ausencia de éstas, se producen fenómenos de asentamiento y progreso o desaparición de un colectivo humano. Y a ello se debería la falta de conciencia sobre el bien y el mal, no voluntaria, por tanto, o su existencia. ¿La ausencia de empatía se decide ? ¿ Decide un asesino serlo, y no ser, pongamos, por caso, un feliz contribuyente odontólogo...? ¿ Se decide algo en realidad y existe lo que se entiende por conciencia en esa decisión...? No está tan claro, todavía. Con ello nos cargaríamos a muchos de los filósofos y moralistas antes aludidos, suponemos que con tiempo libre por delante y volviendo la vista atrás, pero como esta osadía supondría una crueldad para la cual no estamos facultados, nos quedamos en un estado de convivencia intermedio, en el que habita la química y la ingeniería con la educación recibida, el ambiente, la herencia biológica, y la experiencia.
Aunque, contrariamente a lo que hemos aprendido, la perduración en el proceso evolutivo del más fuerte sobre el más débil, en fuerza bruta, se entiende, según las últimas noticias recibidas de allende los mares, esté radicalmente equivocada. A lo ya sabido y olvidado, por su utilidad engañosa, tal vez debamos sumar una nueva teoría americana, que paso a detallar en las líneas contiguas, después del punto y a parte, para futura revisión de revisiones.
Fue el azar el que hizo que el gorila soñador fuese atravesado por el rayo en mitad de la tormenta, echando la siesta en la pradera haciendo la digestión, y que la mona curiosa, investigando con palillos cómo hacer un ventanuco para que la cueva se airease, fuese atravesada por la zarpa de un mamut hambriento con los colmillos del tamaño de dos torres gemelas. Los monos bailarines que ensayaban solos en un calvero se mataron entre ellos por instinto, y la mona pensadora, tumbada boca arriba, con su cabeza apoyada en la palma de su mano diestra, quedó calcinada contemplando el cielo, con otro rayo traidor, puesto que la madre naturaleza no avisa. Quedaron en la aldea el grupo de mirones precavidos, escondidos tras unos pedruscos, hechos una piña, que procrearían y procrearían en adelante dejando su huella genética para posterior estudio de analistas. Que fueran los más inteligentes los más cautos es algo que no sabremos jamás, y tampoco debe preocuparnos. Avanzaron en manada. Eso es todo.
Ello no cambiaría un ápice los conceptos de sus futuros herederos y la exigencia de la Ética y la Moral para la convivencia, su asimilación, desde la más tierna infancia, su obligación y observancia, por todos y cada uno de nosotros, en todos los aspectos de la vida, oficios y profesiones, hasta que los científicos y químicos no lleguen a un acuerdo y expongan las conclusiones de su investigación, que tardará un tiempo en producirse, pero llegará, sin duda. De eso pueden estar seguros. Poesía es Ciencia y Ciencia es Poesía. Y aquí sí que no hay ningún tipo de abuso terminológico.
La única verdad constatable y contrastable es, siguiendo a mis Maestros, ésta: un país que ignora la educación de sus ciudadanos y no valora la formación y el talento, está abocado, sin solución, a la destrucción y el salvajismo. Sobre esta realidad sí hay quien tiene conciencia, ética y moral, pues el origen sagrado del saber se ha pervertido hasta su conversión en un chiste gore. Lo intuimos, primero, en la adolescencia, y después lo sufrimos con fervor isidoriano, unos más que otros, así ha sido siempre, lo que se avecinaba. Ahora nos corresponde mostrar el estilo gore, risible e irresistible, en toda su plenitud de facultades, brillante como una patena sin pátina. ¿Semejante desgracia y destrucción, son antiéticas, inmorales, o con contrato a tiempo parcial...? ¿El latrocinio y la estafa, consentidos socialmente, qué son, antiéticos, antiestéticos, inmorales, o con contrato indefinido...? ¿ El maltrato sistemático a la inteligencia, la iniciativa y la independencia de criterio, o su deseo, son un problema hormonal, metafísico, moral, ético, entra en el paquete de regalo, junto al juego de lencería fina, por el feliz aniversario, o ya se están produciendo, sin que seamos conscientes, extrañas mutaciones genéticas auguradas por los genios de ficción...?
Continúo con alguno de mis Maestros, que no actúan ni piensan como nuevos ricos asilvestrados, para fortuna de la Ética y la Moral, en mayúsculas, y termino con mi perplejidad, en palabras de George Steiner, que puede gustar o no, pero es indiscutible. Una vez que mueran los pocos humanistas, hombres y mujeres, que quedan en Europa, algunos se preguntan: ¿qué será de la verdadera vocación...? Como optimista radical sueño el sueño del gen superviviente.
Explica George Steiner: “...Enseñar con seriedad es poner las manos en lo que tiene de más vital un ser humano. Es buscar acceso a la carne viva, a lo más íntimo de la integridad de un niño o de un adulto. Una enseñanza deficiente, una rutina pedagógica, un estilo de instrucción que, conscientemente o no, sea cínico en sus metas meramente utilitarias, son destructivas. Arrancan de raíz la esperanza. La mala enseñanza es, casi literalmente asesina y, metafóricamente, un pecado...
Describiría nuestra época como la era de la irreverencia. Las causas de esta fundamental transformación son las de la revolución política, del levantamiento social (la célebre rebelión de las masas de Ortega), del escepticismo obligatorio en las ciencias. La admiración – y mucho más la veneración- se ha quedado anticuada. Somos adictos a la envidia, a la denigración, a la nivelación por abajo. Nuestros ídolos tienen que exhibir cabeza de barro. Cuando se eleva el incienso lo hace ante los locos del dinero o los reyes del crimen...” Ética y Moral:¿Ley del embudo o pirámide invertida?.

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