domingo, 24 de junio de 2007

A BATTUTA SENZA FRETTA

Así fue como dirigió la mona primigenia la orquesta celestial. Sólo la vanidad e indiferencia de su belleza y magestad, sólo eso era importante. El resto, bazofia. Bazofia vanidosa pilosa y peluda, bazofia insectívora y carnívora, purulencias de extraña definición para cualquiera de los lectores contemporáneos que no leen nunca y se quedan con la cita, la referecnia, el que dijo que dijo el otro día, sin tratados de armonía que valgan. Pero la mona, la primera mona directora de orquesta lo sabía. Esto, por supuesto, ocurrió hace mucho, mucho tiempo, pues antes del verbo fue la música. Lo primero no fue el verbo. Y hubo un tiempo lejano en que la palabra tenía un significado. Una vez violada, asesinada la palabra, su significado dejó de exisitir, y sólo quedó en el aire del tiempo de los tiempos una pequeña parte de partitura original. Perdida la partitura original, el sonido sordo viajó entre hojarascas, barros y ventiscas. Al final, después de la tarantela, el soniquete. Llegada la edad del soniquete, donde nos encontramos ahora, recuperar la palabra no es fácil, se convierte en una tarea arriesgada y oficio peligroso sin garantías de aterrizaje no forzoso. Recuperar la palabra y recuperar la música, pues, sin ellas, a battuta senza fretta, se nos adelantarán de nuevo los infames, los copiadores de todos los copiadores, los caras duras de antes y después de antes, esos que se creyeron dioses y eran y son enanos. ¿ Cómo, se preguntaba, ese gorila feo y tosco puede hablar de poesía, estética, música... Majestad? ¿ Cómo es posible que no quede ya ni el menor asomo de pudor, de verguenza, y exhiban sus instantes corporales como si fueran estatuas de sal, dulces de chocolate, en el supermercado donde el mandamás es un feto deforme cargado de complejos desde que empezó a intuir que hubo una vez una mona que dirigía las orquestas celestiales...?

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