martes, 30 de octubre de 2007

GEOMETRÍAS HUMORÍSTICAS.

“ Cuadrado. Aplícase a la figura plana cerrada por cuatro líneas rectas iguales que forman otros tantos ángulos rectos. Dícese del cuerpo prismático de sección cuadrada. Acto, centímetro, decímetro, estadal hierro, hueso, kilómetro, metro, pie de cuadrado. Legua cuadrada. Raíz cuadrada. Columna cuadrada. Aspecto cuadrado. Regla prismática de sección cuadrada que sirve para rayar con igualdad el papel. Troquel. Producto que resulta de multiplicar una cantidad por sí misma.”
Al principio existen dos calles paralelas, una que sube y otra que baja, por donde transcurre el movimiento, donde todos se encuentran si se buscan, donde todos se pierden si se encuentran. Después se suele cambiar de actitud, y en lugar de dos son cuatro, seis u ocho los que habita, formando varios cuadrados en el plano. El mundo, llegado ese momento de apertura mental, crucial, se convierte en un espacio de inmensas dimensiones, con posibilidad de construcción de amplios ensanches. Sin embargo, esté o no dispuesto a describir aquello que encuentra en su camino o en su proyecto arquitectónico de años, la vida transcurre de igual modo. En ese argumento pasará la mayor parte del tiempo que usted tiene destinado, hasta alcanzar la línea fina unida al horizonte, en el tramo final del dibujo del plano donde nos encontramos.
Lo más conveniente, para ir adaptándose, es que empiece a estudiar las probabilidades matemáticas que encierran esas calles o avenidas, dispuestas del modo que sigue a continuación, colocando una estructura geométrica o un cuadrado. Pero el cuadrado, además, es una cicunferencia, y la circunferencia una línea finita o infinita, y la línea, cualquier figura geométrica que usted quiera imaginar. Habitamos una geometría en un plano de vidas paralelas.
De todos los ambientes que se encuentran en ese cuadrado dibujado, los que más atraen son los del centro. Los centros de cualquier geometría hacen de imán, y los que habitan a los lados quieren encontrarse en ese punto, previamente medido en el espacio, para cambiar de postura y perspectiva. Pero el centro tiene sus medidas. En su origen es un punto que después se hace más grande hasta convertirse en círculo, mancha dentro del cuadrado, que, en ocasiones, por el movimiento del gentío, adquiere otras formas, más o menos sugerentes. Y ya le ha pasado a alguno con problemas de visión, agudo a la hora del aguante, en plena efervescencia narrativa, que le pregunte, para salir de la mancha: ¿me puede dejar los prismáticos...?
La masa apenas deja sitio, pues todos buscan hueco y acomodo, sin saber cómo salir del círculo, para entrar de nuevo en el cuadrado. Y en esa tesitura transcurre otra parte de su tiempo, del tiempo que tiene adjudicado, hasta que llega, con suerte y mucho empeño, de nuevo hasta los ángulos. Segunda tendencia, que no falla, en todo organismo humano. Si consigue llegar al punto en que concurren los dos lados de un ángulo o donde concurren tres o más planos, puede que se haga más flexible y ofrezca nuevas posibilidades de movimiento humano en otros lados. Que abra, supongamos, una puerta en el dibujo diseñado del plano, el plano que da a otro plano, dejando un lado más corto que el resto, por donde pueda salir parte del gentío, pasando de ser un cuadrado al uso, simple y confuso, para moverse con más libertad, incluyendo otras geometrías humorísticas.


THE HETHERLANDS BACH SOCIETY.
TRICENTENARIO DE LA MUERTE DE D. BUXTEHUDE.

DOMINIQUE LABELLE. SOPRANO.
JOS VAN VELDHOVEN. DIRECTOR.

VIOLINES PRIMEROS: SAYURI YAMAGATA, ANNELIES VAN DER VEGT, PETER VAN BOXELAERE, WANDA VISSER ( VIOLA I EN BUXTEHUDE).

VIOLINES SEGUNDOS: PAULIEN COSTÉENSE, MARINETTE TROOST, LIDEWIJ VAN DER VOORT.

VIOLAS: STAAS SWIERSTRA ( VIOLA I EN BUXTEHUDE), JAN WILLEM VIS (VIOLA 2 EN BUXTEHUDE). ESTHER VAN DER EIJK ( VIOLA 2 EN BUXTEHUDE).

VIOLONCHELOS: RICHTER VAN DER MEER, BARBARA KERNIG.

CONTRABAJO: ROBERT FRANENBERG.

OBOE: PETER FRANKENBERG.

FAGOT: BENNY AGHASSI.

ÓRGANO POSITIVO: SIEBE HENSTRA.

SOPRANOS: LAUREN ARMISHAW, IRMELA BRUNGER, SUSAN JONKERS, KLAARTJE VAN VELDHOVEN.

ALTOS / CONTRATENOR: SASKIA KRUYSSE, DANIEL LAGER, ELENA POZHIDAEVA.

TENORES: ROBERT BUCKLAND, MARKUS SCHUCK, RENÉ VEEN.

BAJOS: MATTHEW BAKER, DONALD BENTVELSEN, NICOLAS BOULANGER.

Netherlands Bach Society ejerce un papel esencial en la vida cultural holandesa. El grupo barroco se da a conocer gracias a la “La Pasión según San Mateo” de Bach, en actuaciones de las que son apasionados devotos los holandeses y que atraen anualmente a más de doce mil personas de todas partes. Está formada por un grupo de cantantes e instrumentistas profesionales especializados en la interpretación del repertorio de los siglos XVII y XVIII. Su director es Jos van Veldhoven. Ofrecen unos cincuenta conciertos al año interpretando obras de Johann Sebastian Bach. La mayoría de los conciertos los ofrecen en Los Países Bajos, aunque también en Francia, Italia, Portugal, Alemania, Polonia, España, Noruega, Japón y los Estados Unidos. El grupo colabora con Gustav Leonhardt, Paul McCreesh, Marcus Creed y Masaaki Suzuki. Respecto a su discografía, Hetherlands Bach Socety realiza grabaciones para Channel Classic Records. Incluyen compositores holandeses e italianos.

martes, 2 de octubre de 2007

IMPRESIONES SOBRE HOLANDA.

Hubo un tiempo en el que Ámsterdam, quedan resquicios en toda la ciudad, fue el paraíso de los innumerables viajeros europeos que acudían a la ciudad de los canales atraídos por lo que ellos denominan “la pequeña república de Holanda” o “república de la libertad”, de modo que todos terminaban yendo a Ámsterdam, de paso o para quedarse, algo que sus habitantes han sabido explotar de forma inteligente. Esta apreciación es inevitable cuando te encuentras y te acogen en sus casas amigos holandeses. La impresión primera en la llamada “Venecia del Norte”, por los numerosos canales que dividen la ciudad en un centenar de islas unidas por puentes y por las casas, construidas sobre palafitos, además de saber andar en bicicleta, nacen pedaleando y patinando sobre hielo, es la de una ciudad hermosa, tranquila y acogedora, - los diseñadores y arquitectos holandeses están en alza-, donde todo está permitido siempre que no se moleste y en la que cada cual va a su aire y es respetuoso. Este carácter un tanto anárquico, en su apariencia, guarda una lógica aplastante: para un mediterráneo, acostumbrado a las presiones extremas, parece que son las presiones las que mueven la organización de la maquinaria social; para un holandés es al contrario: eliminan todo tipo de presiones para hacerse la vida más confortable. Y como son transigentes y respetuosos con todo el mundo y llevan demasiados años siéndolo, ahora se encuentran en ese momento, lógico, por otro lado, en el que hay que tomar ciertas medidas para evitar ese tipo de turismo que sólo viaja a Holanda, sin enterarse de nada, para ir al Barrio Rojo y contarlo a su regreso, del que empiezan a estar hartos. De ahí las medidas que va a adoptar el Ayuntamiento. Los holandeses están de vuelta de esas atracciones, pero, al parecer, para muchos extranjeros el atractivo de Ámsterdam sigue residiendo en lo que otros tienen olvidado, el sexo y los porros, en una ciudad preciosa, por lo demás, con una calidad de vida alta, actividades culturales interesantes, gusto por la música, los mercados de flores, quesos, productos ecológicos, rastrillos de libros de segunda mano, la lectura, donde hay varios centros de interpretación y estudio musical de gran prestigio y conciertos al aire libre para todos los gustos, además del emblemático edificio el Concergebouw, cerca del Rijsmuseum, Van Gogh Museum o el Stediemuseum, con una programación interesante, para cualquier amante de la música clásica. Y ellos lo son. Además de lo citado, hay que visitar la Casa de Rembrandt, las viejas fábricas de cerveza que se encuentran diseminadas por la ciudad, una maravilla, o algún restaurante de moda, interesante también, como el Café-Restaurant Ámsterdam, en Watwrtorenplein 6. Prácticamente todas las casas tienen una biblioteca, más o menos grande, pero una biblioteca. Y casi todas las casas, estudios y bajos alquilados para negocios, galerías o estudios de artistas, un instrumento musical. El piano y el violín acompañan a Holanda en cualquier rincón donde se encuentre.
Holanda es un pequeño territorio, que en sus dos quintas partes se halla situado por debajo del nivel del mar y que continuamente se ve amenazado por las grandes mareas y las crecidas de los ríos, poco fértil, debido a la gran extensión de terrenos pedregosos, turberas y pantanos, que, a pesar de la densidad de su población y del alto nivel de vida de los habitantes, obtiene una producción agrícola y zootécnina que permite una fuerte exportación. Los holandeses han sabido transformar turberas y pantanos e incluso amplias extensiones de agua en fértiles campos, que defienden heroicamente en una lucha contra los elementos. Aldeas preciosas inundan los alrededores, así que lo mejor es que se hagan excursiones, primero, en tranvía, después a pie o en bicicleta, por una postal donde puedes llegar a preguntarte: ¿ hay alguien viviendo en la postal...? Y así es.

De todos modos les lleva un gran trabajo mantener sus casas y hay que pintar todos los años las fachadas y tratar la madera para que esté en buenas condiciones, dado el grado de humedad. El país es pequeño y todo el mundo, desde los jóvenes hasta los ancianos, tiene conciencia sobre el cuidado del entorno y las tradiciones. La gente es amable y todos hablan inglés. Hay, además del turismo aludido, otra clase de visitante que no viaja de esa manera, por fortuna, además de las gentes de negocios que toman vuelos en el aeropuerto más transitado de Europa. Para conocer algo un país hay que patear sus calles, viajar a otras ciudades, algunas de ellas a menos de media hora de Ámsterdan, como Utrech, maravillosa, ciudad universitaria, por excelencia.
Por otro lado, independientemente de cuáles sean sus inquietudes, lo que está claro y ningún europeo entiende es el sistema de “proposiciones español”, como lo llama Roland, profesor de Economía y Estadística. ¿Qué es eso de las proposiciones, - refiriéndose a las oposiciones -? ¿ A qué se oponen exactamente?, preguntaba. Pero lo que ya no concibe su lógica es la explicación sobre ciertas realidades que escapan al sentido común y se viven en otros países, con cultura mediterránea esplendorosa incluida. Preocupados por los cultivos biológicos, el deporte y el amor por la naturaleza y su cuidado, los holandeses tienen una cocina autóctona escasa, -algunos pescados marinados o ahumados, arenques, patatas y coles ácidas con nuez moscada y salchichas, a la que han ido añadiendo todas las cocinas conocidas, pues el país está plagado de restaurantes de sus antiguas colonias y del resto del mundo: cocina de Indonesia, japonesa, española, italiana...Con mucho éxito, por cierto. Y el pastel de manzana, que venden en todas las panaderías, típico también de Alemania, está riquísimo. Les entusiasman, al igual que a los alemanes, los cremosos helados italianos.
A las ocho empieza la vida y a las siete de la tarde sólo se escucha, lejano, el sonido de una canción o de una persona que regresa a casa en bicicleta. Durante el día, alguna vez pasó el viejo organillo, atemporal, la misma música y el mismo organillo de colores de siempre, - para entendernos, pues no es un organillo, al uso, y ya aparece en los libros antiguos de Historia y Geografía de los Países Bajos-, con los molinos de viento, las vacas frisonas y las ovejas blanquísimas y redondas y hacía bailar a las gentes en las calles, al igual que cuando una casa está recargada, algo que no sucede casi nunca porque son sencillos vistiendo y decorando, suelen decir que es de estilo Steen, Jan Steen, el viejo pintor detallista, de la vida cotidiana, al milímetro. Bajamos a la calle Roland, Tom, Ana y yo, a escuchar el organillo, enseñándonoslo como sólo los niños enseñan un juego y después, la excursión, hasta llegar a la casa de madera de unos amigos de Roland, construida por ellos. Besos para el Barrio de Jordan.
TE QUEREMOS, HOLANDA.

Hicieron falta tres siglos para que la Iglesia Vieja (Oude Kerk), la iglesia más antigua de Ámsterdam, alcanzara sus dimensiones actuales. La iglesia ha experimentado tantas fases de construcción como el número de sus capillas. Aunque no se sabe cuando los “Am(e)stelledammers” (así se llamaban los primeros habitantes de Ámsterdam) comenzaron su construcción, se cree que fue a mediados del siglo XIII. Fue construida en forma de basílica sobre un cementerio a la orilla del río Amstel, pero en menos de treinta años se había quedado pequeña. En 1300, el conde de la provincia de Holanda concedió a Ámsterdam los derechos de ciudad comenzando una época de prosperidad económica que atrajo hasta la recién nacida ciudad a campesinos y comerciantes.
El nuevo proyecto arquitectónico para ampliar la iglesia era ambicioso: una iglesia de tres naves, con un coro alargado en la prolongación de la nave central. La iglesia fue dedicada a San Nicolás, patrono de los marineros y, más tarde, de los panaderos. La obra se completó en varias fases. Medio siglo más tarde, la iglesia tuvo que ser ampliada de nuevo. Se optó por la solución más lógica: las naves laterales fueron alargadas para formar un círculo alrededor del coro. Para poder dar a la iglesia una planta de cruz se construyeron naves transversales. Esta fase de la construcción debió paralizarse varias veces debido a los incendios de 1412 y 1452, que redujeron a cenizas grandes partes de la ciudad de Ámsterdam, por aquel entonces construida casi en su totalidad de madera. Asombrosamente, los incendios no afectaron a la iglesia. Otra razón podría ser que en esa época también se comenzó la construcción de la Iglesia Nueva ( Nieuwe Kerk) en la famosa plaza de Dam, ( en la que se concentran todo tipo de gentes y turistas, sin ser la más bonita de la ciudad, pero que es el centro neurálgico de Ámsterdam, especialmente cuando se visita por primera vez), que compitió con la Iglesia Vieja para obtener recursos económicos. Además, la ampliación de la Iglesia Vieja se veía dificultada por las construcciones de sus alrededores. No se podía ampliar más en sentido transversal, por lo que llegaba a su fin la historia de su construcción. A principios del siglo XVI se levantaron capillas laterales en la parte sur y en la parte norte, con lo cual el plano de la iglesia adquirió la forma que conocemos. Una última fase fue la elevación de la nave central, el crucero y el coro mediante la utilización de claraboyas. Con esta adaptación, los arquitectos habían vuelto al modelo original. Y con ello, el crecimiento de la iglesia había alcanzado los límites máximos: unos setenta metros de largo, sesenta metros de ancho y veinte metros de altura. “ Los abusos poco a poco introducidos en la Iglesia de Dios, han sido eliminados en el año mil quinientos setenta y ocho”. ( Este texto latino se encuentra en la reja de la nave principal).
La rebelión iconoclasta de 1566, movimiento popular calvinista que negaba el culto a las imágenes y causó grandes destrozos en los Países Bajos, también afectó a la Iglesia Vieja, ya que se destruyeron y robaron las imágenes y las riquezas. La victoria de los calvinistas sobre los católicos en 1578 significó el final del saqueo: las imágenes de santos y los altares desaparecieron de la iglesia y sólo se conservaron para la posteridad las pinturas de las bóvedas y de las cúpulas porque se encontraban a mucha altura, aunque sí se cubrieron con pintura. Antes de ´la Alteración´ (nombre con el que se conoce el cambio del catolicismo al protestantismo) la Iglesia Vieja era considerada un verdadero “cuarto de estar de la ciudad”: así como actualmente los vagabundos buscan refugio en la Estación Central de Ámsterdam, por aquel entonces los mendigos dormían en la iglesia, que era también el lugar donde los vendedores ambulantes vendían sus mercancías.

Los seguidores de Calvino no podían aceptar que esto sucediera en la casa de Dios, como se puede leer en la verja del coro, y limpiaron a fondo el establo de Augías. El actual interior de la iglesia, con su púlpito, monumentos y lápidas conmemorativas, data del siglo XVII. Los dos órganos se utilizaban para ofrecer conciertos y para tocar durante los servicios religiosos y de cuando en cuando fueron sometidos a renovaciones. El órgano grande fue renovado en 1724/1742 por Christian Vater y Johan Caspar Müller y goza de una gran fama. Pero las reformas no se limitaron al interior: en el siglo XVIII se realizaron las últimas obras, en las cuales se construyó un círculo de pequeñas casas alrededor de la iglesia.
En torno al mismo periodo, se renovaron partes de las bóvedas de madera de roble, con lo cual se perdieron algunas secciones de las pinturas. En 1755 todas las bóvedas fueron pintadas de azul de Prusia. Pero detrás de esta capa de pintura, la madera seguía su proceso de putrefacción, que se manifestó a principios del siglo XX. Las restauraciones de emergencia entre 1912 y 1914 no fueron suficientes de manera que, en 1951, la Iglesia Vieja tuvo que cerrar sus puertas. En 1955 la Congregación Protestante Holandesa cedió la propiedad de la iglesia a ´ la Fundación de la Iglesia Vieja de Ámsterdam´( stichting de Oude Kerk). Posteriormente, se efectuó una renovación en profundidad, que terminó en 1979. Durante las obras de renovación hasta que se consolidó, entre 1994 y 1998, se aplicó una capa protectora a las vidrieras de la parte exterior. Hoy, la Iglesia Vieja ha obtenido la calificación de monumento europeo, equiparándose a los principales monumentos del viejo continente.
La Iglesia Vieja tiene una larga tradición organística. En el siglo XV, ya colgaba un órgano de la pared occidental de la nave ( el muro de la torre) y en 1539 se adquirió un nuevo instrumento. En ese órgano tocó entre 1577 y 1677 el famoso organista Jan Pieterszoon Sweelinck. En 1724, el consejo parroquial de la Iglesia Vieja encargó al fabricante hamburgués de órganos Christian Vater un nuevo órgano para ocupar el lugar del antiguo. Vater terminó el órgano en 1726 y el consejo parroquial quedó satisfecho con el resultado.
En 1738, la torre comenzó a debilitarse y hubo que desmontar el órgano para su reparación. Una vez reparada la torre, se encargó a Caspar Müller que instalara de nuevo el órgano. Y Müller no sólo volvió a colocar el órgano, sino que lo transformó profundamente. Prometió que, después de la renovación, el órgano “hablaría de forma tan puntual y enérgica que podría oírse por encima de los cánticos”. El órgano de Vater y Müller permanecería inalterado hasta 1870, fecha en que fue modernizado por G.F.H. Witte. El gusto de la época exigía un sonido menos agudo. Witte cambió el sonido con la menor pérdida posible de material antiguo. El órgano no ha vuelto ha cambiarse desde la renovación de Witte. El órgano de la Iglesia Vieja ha gozado siempre de gran admiración. Se menciona en la famosa crónica de viajes dieciochesca de Charles Burney ( 1773).
Hasta hoy, continúa atrayendo a los amantes del órgano de todo el mundo, tanto personas que desean escuchar su música como músicos que desean tocarlo. El mueble del órgano fue diseñado por Jurriaan Westerman. En la parte superior del órgano se encuentra el antiguo sello municipal de Ámsterdam, con la imagen de una embarcación tipo Kogge y el escudo con las tres cruces de San Andrés. El órgano pequeño de la nave transversal data de 1658 y fue fabricado por el conocido Hans Wolf Schonat. El órgano del gabinete fue fabricado en 1767 por el artesano de Ámsterdam Deetlef Onderhorst, para un cliente particular.


Misericordes: en los bancos del coro: “ De una cuerda débil se tira con suavidad: si tiras con demasiada fuerza, la cuerda se rompe.” “ El dinero no cae por la chimenea: el dinero no crece en los árboles”. “ Se sienta entre dos sillas: no puede elegir y acaba sentado en el suelo.” “ Bostezar como un horno abierto” o “ debe abrir mucho la boca el que quiere que su bostezo iguale a un horno abierto: no puede abrirse la boca tanto como un horno, así que no hay que probar conseguir algo imposible”. “Aquí se condena el consumo excesivo de bebidas alcohólicas.” “ El dinero es útil, pero no vale nada en presencia de la muerte”: “ Hay que navegar cuando sopla el viento: las cosas son más fáciles cuando se cuenta con ayuda.” “Dos necios bajo un solo tejado: dos personas están en todo de acuerdo, sobre todo en lo equivocado.” “A forjar se aprende forjando: las cosas se aprenden haciéndolas.” “ El uno ataca, el otro calma: aquí se representan la ira, uno de los pecados capitales, y el autocontrol o la bondad.” Todas estas inscripciones se encuentran en los bancos del coro número 24, 26, 27, 28, 32, 2, 3, 5, 15, 16 y 17. Entre los epitafios, se encuentran dos especialmente llamativos: Almirante Jacob van Heemskerck (1567-1607), fallecido en la Batalla de Gibraltar y Cornelis Jansz. De Haen ( 1580-1633), apodado ( el gallito ), capitán de navío, fallecido en la batalla contra los piratas de Dunquerque, en 1633.
RELATO DE TERROR O TERRORÍFICO:
DON LIBERTO, DOÑA LIBERTA Y EL PARTIDO DE FÚTBOL.

Para aquellos sujetos, sin escrúpulos, mimados por el analfabetismo y la macarra finisecular principios de éste, existían tres clases de individuos en sus países de origen respectivos: la plebe, chusma o populacho, plazas y calles de donde habían salido y, por la misma razón, a los que halagaban en público y despreciaban en privado, para defender sus intereses, por razones estrictamente diplomáticas: el noventa y ocho por ciento de la población. Los que tenían cierta clase, el uno por ciento, a cierta distancia de las masas o de las gentes -quienes cuestionasen los datos estadísticos quedarían confinados en la torre de los cuerdos-, que no habían alcanzado la debida putrefacción moral e intelectual, aunque albergaban esperanzas, pues ya sabían distinguir entre lo que es ser un cafre y las ventajas y beneficios que se obtienen por serlo. Aunque existían los que nacían aprendidos, siéndolo, lo que facilitaba el acceso hacia el idílico estado en el proceso de corrupción, hasta llegar a su máximo apogeo o punto álgido, ahorrándose, de este modo, los tediosos trámites burocráticos. Por último o en primer lugar, se encontraban los superclase, ellos, en exclusiva, en versión original, según ellos y Quentin Tarantino. Así pensaban. De este modo elocuente se manifestaban. Salvo algunas excepciones que irían en aumento hasta desbordar sus previsiones.
Partiendo de estas premisas presentamos a Don Liberto, casado con Doña Liberta, harto del acoso al que se encontraba sometido por lo que veía como gallinas de corral picoteando en el palo de un gallinero, algo comprensible cuando le acosan a alguien, aunque él tampoco pareciese precisamente despejado, visto de lejos y de cerca, con el tiempo. Sus amigos no entendían a qué se debía su decidida vocación por lo que denominaban, no sin cierta pelusilla, dada su educación progresista, nuevas tendencias, “la feliz independencia”. Ser demasiado exigente no es beneficioso para la salud, le decían, suponiendo, lo que no deja de ser una suposición, que su amigo fuera demasiado exigente y suponiendo cuáles eran sus deseos, en el caso de que éstos existiesen, grabados a cámara lenta en su cabeza, como así quedó grabado en la de un turista japonés, que lo confundió con otro personaje, algo más atractivo. No hizo nada ni conquistó nada ni luchó por nada ni fue a buscar nada, en parte alguna. Jamás. Y hubiese seguido así, sin mover un dedo, obteniendo idénticos resultados, dado el índice de probabilidades vitales en aquellos países para los señores de sus características, con la mente como un folio en blanco, sentado en una terraza, mirando al mar.
Mirando al mar, que no hay que cargar con metáforas u otros añadidos, es el mar o la mar y viene una coma detrás, lo tomas o lo dejas, se acercó Doña Liberta con sus gafas de sol, en un acto reflejo, pues sólo quedaba un asiento disponible. Nada más aposentar sus posaderas y saludar a Don Liberto, se quedó en blanco, como el blanco de las paredes de las casitas terreras, como el blanco de su coche blanco metalizado. Habla poco, no es listo ni corto, ni guapo ni feo y tiene otra profesión. Él pensó lo mismo, por mimetismo, aunque se dijo a sí mismo, dada su educación progresista, creación últimas tendencias: no es del oficio y gana menos que yo. Se casaron. Feliz y cómodamente. A partir de este hecho, con intereses ocultos y perversos, puesto que no existen, transcurrieron dos años de armonía hogareña, aunque la admiración de él se dirigiese, siempre y sin excepción, hacia los señores con poder que salían en la televisión de aquellos países.
A Doña Liberta, con una formación sentimental de clase media-alta con tendencia al vértigo fuera de su hábitat y educada en el libre albedrío, el respeto a los demás ciudadanos y la libertad de expresión y elección de lo que muchos llaman “la persona humana”, le parecía natural la...llamémosla transacción. Se dijo a sí misma, en un ataque de cordura que duró el tiempo justo para no perderla, como le pasó en cierta ocasión a Abundio, paseando con Gerundio y añadió, para su porte y su corte de pelo, estilo egregio principios de siglo, varonil, extremadamente corto y con tres rabos o extensiones postizas, dos en la frente, rubio platino y una en la nuca, como la cola de un mapache gordo y fofo, frente al espejo de dibujos animados: lo que ha de ser, será.
Un buen día, como cualquier otro, pues todos los días son buenos por razones de cordialidad ciudadana, un canal deportivo, dado el éxito de los partidos de fútbol masculino y la competencia salvaje con otras cadenas televisivas, llegó a un acuerdo con varios peces gordos para que los jugadores de los dos equipos más importantes de aquellos países salieran a jugar al campo desnudos, y sacar una buena tajada todos los participantes en el suculento negocio: dueños empresariales, accionistas, presidentes de clubs deportivos y futbolistas. El partido se retransmitiría a las nueve de la noche del lunes siguiente posterior a la firma del acuerdo. En dos semanas todo estaba listo.
A las nueve y cinco de la noche del gran día, Don Liberto se encontraba en la cocina revisando el congelador, conectado al portátil, al mp3 y al móvil escarlata y Doña Liberta, después de jugar a la PlayStation durante horas, terminaba en internet la lectura de dos capítulos de una novela de Doña Natalia de la Riva, que ya era Doña, puesto que estaba licenciada. La novela es mediocre y gris o gris y mediocre, y la chica, ¡ qué quieres que te diga...! No entiendo cómo dicen que es tan mona, la verdad... La encuentro corriente del todo, tirando a corrientucha. Aunque, curiosamente, hay párrafos aprovechables. Voy pitando, echando niebla, a copiarlos, cortarlos y pegarlos en el ordenador para tu próximo artículo de pensamiento crítico, independiente. ¡Qué degradación...! ¡ Qué falta de educación...! ¡No hay ningún respeto por el oficio más antiguo...! Le comentaba a su esposo, que jamás escuchaba historia alguna que no fuese la suya, única, irrepetible, analizando la situación cultural de los países, a su manera, libre como el viento que sopla en las planicies, ignorando el partido.
Al darse la vuelta, Don Liberto encontró en la televisión a todos los jugadores
desnudos, saltando de un lado a otro, dando patadas a un balón que quedó relegado a un segundo plano hasta desaparecer por completo de la historia por alguno de sus cuatro márgenes. Se sentó en el sofá castaña marrón glasé, con los ojos desencajados como los de un búho enfermo de malaria que acaba de descubrir que además de las tapas de dos libros de dos hombres muertos y el olor de la cubierta de dos libros de dos hombres muertos, jamás su contenido porque no es suyo, lo que le gusta son los hombres, vestidos o desnudos, jueguen vivos o muertos, lleguen contentos y alegres o aparezcan fiambres. ¿Qué me está pasando...? Se preguntó, en su primer ataque de madura lucidez que duró el tiempo justo para no quedarse instalada en su oratoria. ¿Cómo es posible que admire a los de mi sexo, los cite, mencione, recomiende, seleccione, enchufe, solicite su consejo, comparta mi intimidad entera, gustos, conversaciones, juegos, diversiones, intereses con ellos, y viva con esta mujer, sin notar síntomas extraños...? Con esta extravagante y rara duda, que asaltó a más de uno aquella noche de desfachatez lujuriosa o lujuria desfasada, quedó pegado al batín, como la nata de la leche en un cazo, como una punta a un imán, como el ácaro que acaba de devorar con avidez las únicas células humanas que encontró en un cojín. Y volvió a quedarse en blanco. Como la clara de un huevo frito en el centro de un plato cuadrado: el habitáculo.


Contempló su sexo como un psicópata asesino que acaba de estrenarse en el papel protagonista, uniendo los huesos rotos de un cráneo en un cementerio cinematográfico cargado de efectos especiales, comparando su pene con el de los futbolistas para ver si estaba a la altura del equipo, si le sobraba o faltaba algo, midiéndoselo, primero, con una regla de plástico y después con un metro que encontró en la galería del jardín, el largo, el ancho y el perímetro, fundamental, aunque tuvo que recurrir al catalejo para observar los detalles esenciales de los que él veía como esculturales jugadores, siendo la televisión de pantalla plana, gigantesca, con la mayor cantidad de pulgadas que se encuentran en el mercado actual.
Y en estado de análisis megalítico, creativo, intelectual, casi metafísico, permaneció hasta las doce de la noche, tal y como relató su esposa, indiferente el todo e indiferente también al resto de los acontecimientos que llegarían de inmediato, dispuestos en cadena. El índice de telespectadores se disparó hasta alcanzar unos índices insospechados, sin parangón posible desde los últimos años del siglo veinte, según la opinión de los ancianos entrevistados. Al día siguiente, Doña Liberta, junto a otras muchas mujeres de aquellas generaciones insólitas, hacía cola en el bufete de abogados para solicitar el divorcio. El final es conocido. Al menos, en apariencia.
Él se entregó a la novela rosa o tabernaria, género que hacía estragos entre algunas ilustradas, formadas en las universidades de aquellos países y en las salas de espera del dentista, después de releer su último libro “El tic de la cajera aprendiz”, un sesudo y exhaustivo estudio sobre lo que suponía la pasión de las cajeras explotadas por los señores que llevan el carrito por los pasillos de los hipermercados. Sabía que aparecería en su escena o teatrillo de cartón piedra el adonis hercúleo, el esclavo real, no contaminado, aquel que le admirase con total entrega, abnegación. O su amada menina velazqueña. Estaba seguro de que sucedería en el momento más insospechado, paseando por el malecón o en la cena de Cotufo, en los postres, preguntando por el servicio, al fondo del pasillo a mano izquierda o viendo su fotografía, ¡horror, bosquimanos, huyamos...! en aquel edificio, con la mano derecha apoyada en la sien, gritando silenciosa, cívica y educadamente a los ciudadanos, trabajadores o siervos de la gleba: yo soy el gallito Perico, íntimo de un señor que se llama Pera y de un tal Pericot. A lo que un ciudadano, que pasaba causalmente por allí, tardando en atravesar el ancho de la fotografía unos veinte minutos, a salto de avestruz, respondió, cantando, mirando hacia el cielo, -escuchemos la voz del barítono-: yo soy Pepo, el cocinero, tengo hijas a granel. Tengo a Mara, tengo a Berta y también tengo a Raquel. Y por si esto fuera poco, a la pequeña Cacahuet.
Si pasó o no lo que sabía sucedería, lo ignoramos. Al parecer se enamoró, loca, apasionadamente, de una bellísima nonagenaria, ciega y sordomuda, que se hacía pasar por cadáver exquisito y lo escuchaba sin pestañear, durante las veinticuatro horas del día, dando un giro radical a su única convicción. Al menos, en apariencia. Doña Liberta, por su parte, indiferente, se largó de vacaciones, todo el año sin horario, con la pasta gansa en el bolsillo, viviendo holgadamente de las rentas, para mirar el mar o la mar, sentada en una terraza, con la mente en blanco. Hasta que conoció a su octava maravilla.
Casos simples. Como ven. Casos cerrados. Eso era lo que repetía Doña Diógenes, psiquiatra de todos Los Libertos, siguiendo fielmente la tradición. Y diciendo esto, en el barril metida, dio un carpetazo. Pero una inesperada voz, que irrumpió de pronto, ronca, profunda, terrorífica, salida de las tuberías de aquel inmenso despacho o ¡quién sabe...! de las lámparas del portalón, estilo Luisa Fernanda, vecina del Cuarto Imperio, concluyó, sentenciando: al menos, en apariencia.