lunes, 5 de mayo de 2008

A MI PADRE, SANTIAGO BASANTA LENCE.

Esa fotografía no le hace justicia, y bien lo saben los que le conocieron personalmente. Además de alto, como su familia y la familia Cobos, de mi madre, era muy guapo, al igual que mi madre. Tuvo un homenaje en vida, al que acudimos, profundamente emocionados. Pero está el mayor homenaje que se puede hacer a un padre: el de las personas que le querremos siempre. Por lo demás, debo añadir, a uno de los artículos publicados, donde elogian y alaban su persona y su gestión, con admiración, considerándolo el primer alcalde democrático que hubo en Bembibre, y así es, que es lógico, agradeciendo las palabras y gestos del actual alcalde y otras autoridades, que se hable de él así, entre otras razones porque además de su trabajo, encomiable, ayudó y apoyó a mucha gente, sea cual fuere su ideología, condición y procedencia. Él nunca quiso ser alcalde, insistieron e insistieron, y aceptó esa responsabilidad, siendo muy joven, como asumiría otras muchas responsabilidades a lo largo de su vida, en una época dura y difícil en España, como bien saben nuestros mayores, donde había que hacerlo todo partiendo desde cero, de la nada, y rodeado de algunas personas con mentalidades cerradas, cuando no, obtusas y mafiosas. Nada más llegar a la alcaldía, tuvo que echar al secretario, cuando descubrió que era un ladrón, y tuvo que enfrentarse a algunos personajes, personajes que más tarde le pedirían perdón, al darse de cuenta de sus graves errores. Aún así tuvo grandes satisfacciones y alegrías, pues emprendió en Bembibre obras que hasta entonces nadie había hecho de ingeniería, saneamiento, los primeros centros educativos, la casa de cultura, etc... El gobernador de León siempre lo apoyó, lo quería y respetaba, al igual que otros hombres de la política que lo animaron para que continuase, y tuvo ofertas muy atractivas, que rechazó, pues nunca estuvo interesado en la carrera política, estaba sacando adelante unos negocios, con mucho éxito, y a una familia con cinco hijos. Y como un hombre honrado, justo y grande, así fue la despedida, pues siempre hay quienes se dan cuenta del inmenso trabajo que realizó y de su valía, aunque existen verdades que conviene contar y otras que conviene administrar, con discreción y elegancia, a lo largo del tiempo, dada la ignorancia de muchos todavía. Tengo la convicción de que existió una generación en España, la generación de mi padre, que fue la que levantó al país de la miseria, en sus respectivos puestos y lugares, de la que se han alimentado varias generaciones. Mi abuelo paterno, Emilio Basanta, había sido un gran maestro y estudió la carrera de Derecho, además de un poeta y dibujante excelente. Enseñó bien a mi padre, y a alguno más que ha dejado constancia de sus recuerdos entrañables en sus libros. Y muchos más datos, hechos, documentos, escritos, cartas, sus diarios, que nos hace sentir a toda la familia y sus amigos íntimos muy orgullosos de él, de habernos dado lo mejor, de haber sido tan felices, y de tener una calle que lleva su nombre: Santiago Basanta. Hay tres calles de tres familiares admirables en Bembibre, pero cuando se trata de un padre, el sentimiento es único. Existe un tiempo para la reflexión. Y mucho tiempo para el duelo.